lunes, 21 de abril de 2014

Nadie quiere envejecer







Por Victoria Verlichak 

Flavia Da Rin (Buenos Aires, 1978) estuvo en Artes combinadas con Victoria Verlichak el 10 de abril, 2014. Anunció que presentará un libro con su obra en arteBA y que tendrá muestra individual en agosto en galería Ruth Benzacar. Reveló que participó en un programa de radio que, además, musicalizaba y se transmitía por Internet. Explicó su proceso creativo, circunscripto al espacio de la invención fotográfica y principalmente a su propia imagen, siempre cambiante, y emplazada ante espacios reales o ilusorios.



Además del trabajo de horas frente a la computadora, sus obras incluyen mecanismos de la performance ya que es ella misma la que posa para las fotos. Así, tratados digitalmente, según las necesidades de un relato que sólo la artista conoce cabalmente, el rostro y el cuerpo de Da Rin exageran sus facciones, cambian de género, de edad, de época.

Aquí fragmentos de un artículo de Verlichak en revista ArtNexus (Bogotá/Miami, 2008), a propósito de la muestra El misterio del niño muerto en Ruth Benzacar, tema que se abordó en el programa de radio.



La artista está en cada una de las piezas de su reciente muestra El misterio del niño muerto. Da Rin se viste y se fotografía para las 17 obras (tres en blanco y negro, un dibujo y el resto foto color), de distinto tamaño y formato de esta serie, que se imponen por su intrínseca fascinación y contundencia. Tratados digitalmente, según las necesidades de un relato que sólo la artista conoce cabalmente, el rostro y el cuerpo de Da Rin cambian de género, de edad, y generan a niño del título, al fantasmita, a los familiares, musas, hadas negras, viudas, niñas; conciben a esas señoras que asisten a los velorios para lucirse.

Sus representaciones discurren entre lo culto y lo popular y, aún cuando las imágenes predominantes de El misterio del niño muerto aluden a la historia de la pintura, la artista manipula su semejanza hasta convertirla casi en personajes de historietas, exagerando sus facciones y acentuando sus expresiones. De igual modo, los retratos están construidos sobre un principio enraizado en las tradiciones fotográficas. Pero, Da Rin no realiza la toma buscando el “momento decisivo”, sino que “hace” la fotografía, confirmando la diversidad de este medio atravesado por la hibridación.

(…) En distintas instancias, el niño que sucumbe ofrece un semblante tan triste que genera espanto; se presenta soplando las velitas del que se intuye es el último cumpleaños, con ojeras tan grandes que le ocupan la mitad de su rostro, con su cadavérica blancura, como una aparición del más allá, nadando en brazos de un adulto.

En estos tiempos donde nadie quiere envejecer y la muerte se maquilla, al mismo tiempo que se banaliza en video juegos y películas, Da Rin se atreve a abordar este inusual tema sin regodearse con lo siniestro, subrayando el cinismo de algunos personajes y las supuestas elevadas exaltaciones de otros que sonríen, cantan y transmiten bienestar. ¿Imaginan la alegría del paraíso? ¿O no? ¿Qué vemos cuándo miramos estas fascinantes imágenes? ¿Todas forman parte de una broma macabra?

“Cuando terminé de hacer la serie me puse a pensar acerca de su significado. Por un momento pensé que, a punto de cumplir 30 años, al representar la agonía del pobre niño (inspirado en parte en el Oskar de El tambor de hojalata, en los chicos-viejos de Akira [animación de Katsuhiro Ôtomo], los niños góticos) tal vez hablaba, también, de mi deseo de alejarme de la etiqueta del eterno ‘joven artista’, que no me parece interesante ahora”.

El hecho de titular una muestra con una “muerte”, más si es la de “un niño”, es algo arriesgado. Pero, Da Rin sale victoriosa de su audaz propuesta…

V.V,