miércoles, 15 de octubre de 2014

Diana Dowek. Mujeres queridas

Publicado en ArtNexus N° 94 (2014)


Por Victoria Verlichak

Diana Dowek (Buenos Aires, 1942) desea que sus contemporáneos encuentren en su obra “un momento de sus vidas colectivas”. En su indagación ideológica y conceptual, la artista trabaja en series poniendo en cuestión los acontecimientos de este tiempo. La trayectoria de Dowek confirma que dirige su mirada y su hacer hacia la fractura de la sociedad, pintando silencios y excluidos, cercos y multitudes.

Las obras iniciales de la artista tuvieron como contexto la difícil década del ‘70, que encuentra a la Argentina en una agitación abismal por el recrudecimiento de la guerrilla y la acción del escuadrón de la muerte Triple AAA, el regreso y muerte de Perón, y la instauración de la dictadura militar iniciada en 1976. Su políptico “Lo que vendrá” (1972) anticipó las decenas de enfrentamientos (desiguales) que tendrían como escenario las calles del país durante las próximas décadas; de hecho una pintura de esa serie pareciera reproducir el momento en que la policía bonaerense, ya en democracia, asesinó a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en 2002 en una estación de tren.

La obra Dowek, que comenzó a exhibir en 1967, no clausura sino que expande el sentido de lo que se percibe. Sus pinturas y dibujos, técnicas mixtas, instalaciones, videos, descubren lo público y producen una conmoción privada. Su muestra de 2013, “Memorias Urbanas” curada por Kekena Corvalán -coautora también del libro “Diana Dowek. La pintura es un campo de batalla” (Buenos Aires, 2013)-, volvió a ocuparse de encierros y desgarramientos, de vulnerabilidades de aquellos que están a la intemperie.


En el medio, de estas cuestiones, Dowek -¿se dio un respiro?- decidió dibujar a mujeres que admira. En “Mujeres queridas”, retratos exhibidos en galería Jacques Martínez, Dowek abandonó las imágenes de seres anónimos y la transferencia fotográfica que suele plasmar en sus trabajos desde 2002.



Son 14 piezas con 15 mujeres representadas -dibujadas en carbón, pastel óleo sobre tela-, conformando una heterogénea lista de personajes de ayer y de siempre. Todas tienen nombre y apellido menos una: la anónima mujer con lentes que grita desesperada, tomada de un fotograma de la película muda de Serguéi M. Eisenstein, “El acorazado Potemkin” (1925).

En esta colección las miradas de las protagonistas se fijan o eluden al espectador, alternativamente. Aquí conviven los rostros de la escritora Virginia Wolf, recordando que “la habitación propia”, independencia personal y económica, es todo lo que, a veces, hace falta para el propio desarrollo, junto al de la luchadora social Clara Zetkin (impulsora del Día Internacional de la Mujer).

Muchas de estas mujeres ya entraron en el panteón de la tradición occidental como la filósofa y política Rosa Luxemburgo (revolucionaria y teórica marxista, torturada y asesinada en Berlín por grupos paramilitares); la química y física Marie Curie (primera persona en recibir dos Premios Nobel); la adolescente judía Ana Frank que pereció en el campo de concentración de Bergen-Belsen; la escritora, profesora y filósofa Simone de Beauvoir. La anarquista Emma Goldman, Dolores Ibárruri (la Pasionaria, dirigente política en la Segunda República Española y en la Guerra Civil), junto a Tina Modotti -cuya vida fue tan extraordinaria como sus fotografías- y la pintora, escultora, escritora y pacifista Käthe Kollwitz completan el panorama de las “mujeres queridas”, reconocidas universalmente.

Más cerca de lo local, en un retrato doble, la artista dibujó a Micaela Bastidas (asesinada esposa y consejera del Inca Túpac Amaru II) y a María Guadalupe Cuenca, cuyas cartas de amor al prócer argentino Mariano Moreno (que no leyó porque murió en altamar) son un invalorable testimonio romántico e histórico. Asimismo, en la figura de Olga Márquez de Arédez -esposa de un desaparecido intendente de Jujuy y una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo en esa provincia-, Dowek rinde homenaje a las mujeres que supieron luchar por la aparición con vida de los suyos y que también no se dejaron utilizar (voluntariamente) por ningún gobierno; como el actual.


Por último, la dibujante, grabadora, pintora y ceramista Aída Carballo es la única “mujer querida” que Dowek conoció personalmente. Fue su maestra y luego amiga, compañera incluso de manifestaciones políticas. Dowek recuerda con cariño que Aída repetía: “la línea tiene que dar la vuelta”. Asimismo, Dowek señala que el antecedente de la colección “Mujeres queridas” es la serie “Un día en la vida de María Rosario, una mujer trabajadora” (2006), varias piezas que narran los trabajos y los días de una persona real.

En la novela “La historia del buen viejo y la bella muchacha” (1928), Italo Svevo le hace decir a su personaje de 60 años que ya es un anciano. Dowek, que ya pasó los 70, trabaja en su obra con más entusiasmo que nunca, sin dejar de intervenir con herramientas artísticas en asuntos públicos contra, por ejemplo, la minería a cielo abierto y la excesiva siembra de soja; denunciando en grupo la “tragedia anunciada y evitable” del ferrocarril Sarmiento en 2012, con 51 muertos y más de 700 heridos; y más. V.V.