viernes, 2 de mayo de 2014

Elías Crespín: Pintar en el aire (Parte II)







A continuación la segunda parte del artículo de Victoria Verlichak, publicado en revista ArtNexus Nº 78 (2010) y en el volumen.


Se tiene o no se tiene (continuación)

Como las obras de Gego, las composiciones de Crespín también aparecen primero bocetadas (alteradas, tachadas, complementadas) sobre papel y, como artista del siglo XXI, también en simulaciones tridimensionales en la computadora.

Hasta enero de 2010, el artista presentó un total de veinticinco esculturas ante la sociedad global, comenzando por la primera, Malla Electrocinética I (2004), que exhibió en 2004 en varias colectivas en Venezuela y en ArtBots 2005, en Dublín, donde ganó el premio Artist´s Choice. Se trata de una malla horizontal cuadrada tejida por cables de acero, de 50 x 50 cm., suspendida por medio de 64 hilos de nylon articulados en 64 nodos de plomo, conectados a 64 motores reciclados de impresoras, junto a una PC y software. Pero antes de Irlanda, en 2004, mostró la segunda obra, Malla Electrodinámica Hexa (2004) en el Salón Michelena del Ateneo de Valencia (Venezuela) y ganó el premio Armando Reverón.

La primera exposición individual de Crespín fue en Caracas en el espacio cultural CANAL, invitado por su director Yucef Merhi a inaugurarlo en 2006. En Electrocinéticas presentó tres esculturas electrocinéticas: Elipsis, Tríada y Tetralineados. Sobre Elipsis (2005), que ya había exhibido con anterioridad, Crespín comentó que había trabajado intensamente para que, en la nueva versión, los movimientos fueran más “fluidos, curvos, orgánicos, y naturales”, con poleas y bases aislantes nuevas. Por su parte Tríada (2005) es una variación de la Malla Electrocinética 1, con mayor “libertad de movimiento y formulación”. En cuanto a Tetralineados (2006), desde su concepción, “diseño inicial y hasta su construcción, prueba y puesta a tono, siempre estuve muy ansioso por verla funcionando. Tiene un cambio importante en lo visual y funcional respecto a todas las piezas anteriores”, posee volumen y elementos disconexos; esta “desconexión ofrece mayor libertad de separación y reencuentro en los movimientos”, agrega el artista.


Parecen simples

Distintas en lo formal, todas sus obras juegan incluso con la convergencia de la sombra y, como queda dicho, parten del mismo umbral, tienen una matriz de motores eléctricos conectados a una mini computadora que ejecuta un programa y dosifica, a través de unos hilos de nylon, sus vibraciones y variaciones. Sin duda, la apariencia de simplicidad de las esculturas electrocinéticas forma parte de su atractivo. Pero no hay nada sencillo detrás de esas oscilaciones logradas a través de la tecnología, que, curiosamente, en vez de generar frías racionalizaciones ofrecen sorprendentes conmociones que redundan en sensaciones y sentimientos.

Claramente, el conocimiento y la utilización del desarrollo tecnológico alcanzado por Crespín es sólo un medio para el develamiento de la poesía. Sentado frente a su monitor, Crespín trabaja arduamente para crear sus esculturas, quizá como quien imagina un orden para oponer a la desprolijidad y anarquía de la vida, para controlar la respiración de las formas que, literalmente, penden de hilos y de su creatividad para recibir una nueva vida. Los resultados de sus extensas investigaciones no son automáticos. Vaya a saber cuánta prueba y error ocultan las gráciles y logradas piezas.

Una vez concebidas, dibujadas, fabricadas, probadas, embaladas, transportadas, desembaladas, viene un complejo montaje. El artista, conjuntamente con un equipo de un mínimo de tres o cuatro personas, cumple con una larga lista de tareas, de por lo menos treinta pasos, que comienza en el colgado del techo de la plataforma, la conexión de control, la instalación eléctrica, las pruebas, el encendido, hasta verlas marchando y expuestas a la consideración pública. Eso, si es que todo funciona bien, si la programación responde y todo está en su lugar. Porque puede ocurrir, como en la cuarta edición anual de la exhibición de arte robótico ArtBots 2005, que suceda un imprevisto.

Crespín presentó un proyecto para este encuentro en Dublín, en donde fueron seleccionados solamente 21 participantes de todo el mundo. La noche anterior a la inauguración, el 15 de julio en la iglesia Saints Michael and John, el artista había dejado todo dispuesto antes de retirarse a descansar. El día señalado, sábado, se presentó temprano en la iglesia para realizar unos ajustes en Malla Electrocinética I y para estar disponible para conversar, acerca de las cosas que se pueden hacer con unos “motorcitos”, con unos escolares que pasarían a ver los trabajos expuestos antes de la apertura oficial. Pero su computadora no aparecía. Primero pensó que se la guardaron y al rato concluyó que se la robaron (esto sí que fue inesperado). Le ofrecieron otra, pero no tenía consigo la versión actualizada del programa de control de la obra.

                           

Artes Combinadas - Elías Crespín




Las reflexiones de Crespín en torno de este incidente son conmovedoras: “allí estaba la Malla, quieta, horizontal, callada, muerta, cadáver, testigo cierto de todo el esfuerzo, recursos, esperanzas y en el día crucial, nada. Era una metáfora de la muerte. Por suerte solo la muerte de una red metálica y no de un ser vivo o humano. Aunque, realmente no era una muerte sino más bien un coma”. Después de encontrar en un CD unos archivos no actualizados del programa de control, intentó “reanimar” a la escultura. Fue imposible. A pesar de la solidaridad de muchos colegas, el programa le daba error. A continuación de una serie incomprensible (para quien esto escribe) de peripecias tecnológicas que involucró conseguir los archivos necesarios en la web, que copió en un cíber café a la cámara fotográfica que funcionaba como memoria portátil, una laptop a la que no le funcionaba el puerto de conexión y muchos detalles técnicos más, incluyendo advertencias automáticas de “camino no encontrado” (path not found), dos llamadas a Caracas para que un amigo (a quién no halló) le envíe los programas por internet, el string con el nombre de directorio y archivo y la ayuda de otro artista que cambió el “puerto”, Malla… comenzó a moverse, justo cuando empezaba a llegar la gente a la exhibición. Finalmente, después de casi cuatro horas de nerviosismo y desaliento, “la danza comenzó nuevamente”.

Pasada la pesadilla, y ya accionada, la obra deslumbró y fue vista no solo por miles de personas, sino también por Diane Harris, la directora artística del Kinetica Museum, quien, fascinada, se interesó en su trabajo y lo invitó a participar en Life Forms (2006), la muestra inaugural de este primer e innovador museo londinense de arte electrónico.

A partir de entonces, Crespín sigue creando formas e imaginando insospechados desplazamientos y torsiones; trabajando con fórmulas matemáticas, motores, computación, corriente, voltaje. Sin dejarse enredar por tanzas y poleas, el artista transmuta sus invenciones en obras que provocan un persistente asombro por la apariencia simultánea de inestabilidad y perfección que ofrecen las líneas, la infinidad de piruetas que crean en el espacio y las siluetas de los perfiles originales duplicadas, gracias a una certera iluminación, en sombras enigmáticas.

Los desafíos que enfrenta Crespín, incluyendo un sinnúmero de difíciles vericuetos de diseño y de programación, cada vez que imagina y encara un nuevo trabajo, son un medio, pero a la vez constituyen parte del placer de su incesante creación. Gracias a la evolución de la tecnología forjada por el artista, sus obras poseen asombrosos niveles de estabilidad y confiabilidad. A partir de 2009, algunas incluyen el color tal su serie de Tetralineados (Circular Azul, Circular Policromática, Rojo, Verde) exhibida en Art Basel Miami Beach 2009- que deslumbra y subraya el cambio de las relaciones de las formas en el espacio, mostrando a las vibrantes esculturas bailando fluida y conmovedoramente.


Regia compañía para el trabajo de Crespín, quien participó con Equiláteros (2008) en North Looks South: Building the Latin American Art Collection (Mi Norte es el Sur: construyendo la colección de arte latinoamericano), curada en 2009 por Mari Carmen Ramírez en el Museum of Fine Arts of Houston (Estados Unidos). La muestra celebra el encuentro de más de ochenta piezas, que van desde las primeras décadas del siglo XX hasta la actualidad, adquiridas desde 2001 por el museo de Houston; con obras de Gego, Soto, Cruz-Diez, Oiticica, Lygia Clark, Xul Solar, Antonio Berni, Marta Boto, Juan C. Distéfano, Gyula Kosice, Matta, Alfredo Jaar, Siqueiros, Frida Kahlo, Teresa Margolles, Beatriz González, Oscar Muñoz, José Gurvich, Torres-García, entre otros. V.V.