martes, 10 de marzo de 2015

Los viajeros invisibles (acerca de "La Bestia" de Isabel Muñoz)


VVerlichak escribe sobre los protagonistas de una feroz travesía retratada por la española Isabel Muñoz. Las imágenes de “La bestia” reflejan un drama con desdichas y necesidades insatisfechas, políticas perversas y crueldades inimaginables, exhibidas en el Centro Cultural Recoleta.


Los viajeros invisibles

Se trepan sobre vagones de varios trenes, viajan durante días con hambre, frío y sueño, con terror de asaltos y accidentes. La tragedia se repite desde hace demasiado tiempo, pero en la prensa local no hay noticias de las desventuras de los seres humanos que se animan a subir a “La bestia”, el tren de carga que recorre México de sur a norte. Son miles los inmigrantes centroamericanos que mueren, año tras año, mientras viajan buscando llegar a la frontera con los Estados Unidos. Si sobreviven, la feroz travesía por desiertos y montañas, los desesperados provenientes de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, luego deberán enfrentan a las autoridades norteamericanas; pero este es otro problema.

Pese a las dificultades y heridas, vejaciones y violaciones que padecen estos indocumentados, la muestra de Isabel Muñoz constituye una afirmación de vida. Su imágenes, “La bestia” (Centro Cultural Recoleta), encuentran belleza y ternura donde escasean. Pone en primer plano un drama repleto de desdichas personales, necesidades insatisfechas, políticas perversas, crueldades inimaginables. Registra a los que están en viaje: mujeres y bebés, niños, hombres, travestis. Presenta retratos y testimonios recogidos por Muñoz y por el periodista salvadoreño Oscar Martínez, investigador experto de este tema y compañero de los tres viajes realizados por la consagrada fotógrafa.




Trenes de la muerte

En la exposición, presentada por Embajada de España / CCEBA, Centro Cultural de España en Buenos Aires, las historias de los ausentes -decenas de miles de víctimas anuales a causa de descarrilamientos, asaltos y violaciones de las maras (patotas criminales), secuestros de los narcotraficantes, caídas accidentales mortales, desidia de funcionarios corruptos- están implícitas en potentes imágenes y textos. A pesar del calvario que les aguarda, los viajeros van hacia el norte huyendo de otros infiernos. Escapan de la violencia social (que irónicamente encuentran en su travesía), política y familiar, de la pobreza y falta de oportunidades. Como dice un adolescente empeñado en llegar vivo a destino y en no volver jamás a su Honduras natal: “Para atrás, sólo para agarrar impulso”.




Aunque hay algunos registros documentales en color, la mayoría de las piezas en blanco y negro de Isabel Muñoz (Barcelona, 1951) asumen una perspectiva artística, con luces y encuadres estelares que otorgan protagonismo y dignidad a los viajeros, invisibles para sus propios gobiernos. Las fotos subrayan rostros, se detienen en miradas y acentúan particularidades físicas. Apenas una expresión ensoñadora, una media sonrisa de un chiquito y de una embarazada que encontró el amor en ruta, entre esos rostros serios, que se plantan frente a la cámara de Muñoz quizá con miedo y tristeza, tal vez con furia pero también con una pizca de esperanza. La fotógrafa, cuya obra es reconocida porque se centra “en la exploración del cuerpo”, en este caso reclama respeto a los derechos humanos de los migrantes.



“La bestia” no es un sólo tren, es una sucesión de trenes de carga que los inmigrantes centroamericanos abordan como polizones para atravesar los 5.000 kilómetros de territorio mexicano que los separa de su meta. Mayormente, viajan sobre techos de los vagones, en etapas y durante varios días, quizá casi un mes. “Es difícil explicarle a los tuyos que saliste a buscar dinero y volviste sin piernas”, dice Donar Antonio, quien se quedó en el sur de México contándoles a otros que tuvieron la desgracia de sufrir amputaciones que “cuesta recuperar la vida, pero se puede”. Es que muchas veces el tren dobla abruptamente y los que se quedaron dormidos se caen y se lastiman o se matan. “No te duermas”, se aconsejan mutuamente.



“La bestia”, también llamado “tren de la muerte” no tiene horarios; sale de Arriaga (Chiapas) sin ningún tipo de planificación aparente. Desde el vamos, los viajeros están más que alertas para poder subirse, aferrarse a un lugar y no terminar en un centro de detención mexicano o en una fosa común. “Tienes que sentir La Bestia debajo de tus piernas para saber lo que sienten estos migrantes”, dice Muñoz, que vive y trabaja en Madrid. “Las mujeres, antes de iniciar el viaje, el sueño americano, empiezan a tomar la píldora”, apunta esta colaboradora del diario “El País”, reconocida en varias ediciones del World Press Photo, medalla de oro al mérito en las Bellas Artes en España.

Victoria Verlichak