martes, 22 de abril de 2014

Orly Benzacar. Soy fiel a mi mirada

Por Victoria Verlichak

Orly Benzacar estuvo conversando con Victoria Verlichak en Artes Combinadas en el programa del día 17 de abril.

Aquí, un reportaje publicado en revista Varúa 10 (2011).


Tenía un poco más de 10 años cuando Antonio Berni le hizo un retrato. “Fuimos a su taller, me dijo que me sentara, sacó una caja de pasteles y en un ratito terminó el dibujo, que enrolló y me regaló”, dice Orly Benzacar. “No tiene ninguna particularidad, sólo que es mío. Me recuerdo divertida pero no sorprendida, para nada. Tanto mamá como papá eran verdaderos coleccionistas. El arte estuvo en mi vida desde muy chica. Recuerdo que cuando Roberto Aizenberg tuvo que partir al exilio, mamá le compró una espléndida mesa que pasó al comedor de nuestra casa-galería de la calle Talcahuano. Mis sábados no eran como los de los otros chicos. De la mano de mi madre, yo paseaba por Florida, visitaba muestras, iba a la Galería del Este, al Instituto Di Tella, sin saber que tiempo después nuestra galería estaría a metros de allí”. La galería Ruth Benzacar queda en Florida 1000, debajo de Plaza San Martín, en el cruce de Florida y Avenida Santa Fe. Orly Benzacar es su directora desde hace más de una década.

La galería

El retrato que le hizo Berni a Orly no se distingue demasiado de los miles que el artista realizó a lo largo de su fecunda vida, para mantenerse, en vista de que sus collages con materiales inusuales aún no eran debidamente comprendidos. Pero sí sobresale la trayectoria del espacio que dirige Orly. Tanto aquí como en otras geografías, la galería Ruth Benzacar es sinónimo de la mejor producción argentina actual.

Con distinto estilo pero con la misma pasión, hoy la galerista continúa y renueva permanentemente la obra comenzada por su madre, Ruth Benzacar (1933-2000), hace ya más de 45 años. Tras recibirse de bióloga y trabajar en su profesión, vivir en Suiza y tener hijos, Orly Benzacar se incorporé a la galería en 1990.
“Fue una etapa maravillosa porque mamá era increíble. Sabía mucho, era reconocida en el mundo y querida por todos. Fue muy generosa, me sentó a su lado y me preparó durante 10 años, dándome la libertad de comenzar a exhibir a artistas más jóvenes”, rememora. Al mismo tiempo, para Orly fue un enorme desafío “a todo nivel; ella era una especie de prócer”.


La abrupta ausencia de Ruth forzó el traspaso generacional. “Somos diferentes y trabajé en esa diferenciación. Luego de la muerte de Ruth, algunos artistas y coleccionistas se distanciaron, otros se acercaron. Me propuse ser muy fiel a mí mirada, miro como yo quiero y soy muy rigurosa”. Ella sabe que su prestigio se halla ligado al de sus artistas, a los que busca, acompaña y apuntala. “Viajo, camino y veo mucho. Escucho mis intuiciones, pero también leo y me informo acerca de los artistas que me interesan. Pero mi mirada no es de oro, trabajo muchísimo para lograr para ellos una gran visibilidad internacional. Los confronto rápidamente con el mundo”. 

Los exhibe en Buenos Aires y los lleva a ferias también en el mundo y así sus artistas son permanente convocados a participar a los encuentros y bienales de gran prestigio internacional, como Adrián Villar Rojas que actualmente representa, con esculturas y objetos monumentales, a la Argentina en la Bienal de Venecia; Ernesto Ballesteros y Judi Werthein, ambos cuestionando certezas y presupuestos, participan en la Bienal de Lyon, junto a Eduardo Basualdo y sus raros artefactos; la perceptiva obra de Jorge Macchi está en Lyon y en la Bienal de Estambul. 

La galería se ganó su prestigio. Es el único espacio de arte argentino que asiste repetidamente a una de las ferias más difíciles de ingresar del mundo, la exitosa Art Basel, en Basilea, Suiza. “Contribuyo a cimentar la carrera de los artistas, que a su vez me permite construir el precio de sus obras, porque no hay que olvidar que esta es una actividad comercial”.

Los artistas

La visión de Orly Benzacar sobre el arte contemporáneo, en el que no existen jerarquías de estilos, temas o géneros, suma una serie de tendencias, actitudes y estados de ánimo, incluyendo al arte conceptual, se expresa a través de lo que elige mostrar. Además de la pintura, como la de Max Gómez Canle, con magníficos cielos en sus paisajes con tintes neorrománticos, o la fotografía de Flavia Da Rin, que circunscribe la invención de seductoras imágenes principalmente a su propia imagen, la galería exhibe artistas que incorporan elementos de la moda y la técnica del tejido como en las esculturas blandas de Marina de Caro o en las piezas objetos a partir del entretejido de cuentas acrílicas facetadas encastrables de Román Vitali. 

Distintas generaciones de artistas conviven en la galería, ya sean consagrados como Aizenberg, con su pintura con desarrollos surrealistas, improntas metafísicas y geometrías líricas, tanto como los más jóvenes que crean con la libertad que otorga la disolución de las categorías artísticas tradicionales, que prefieren lo híbrido a la pureza, lo contaminado y fragmentario, lo ambiguo antes que lo articulado. Gracias al pluralismo existente, los artistas se hallan libres de transmitir su pensamiento de cualquier manera, ya sea a través de investigaciones como las de Alejandro Puente, que tiene a la forma y al color en el centro de sus preocupaciones, o también a través de lo ético y lo político-social, como en las potentes esculturas de Juan Carlos Distéfano o en las inusuales fotos de Marcos López. Crean miniaturas de una sorprendente exactitud (Sebastián Gordín) y micromundos que habitan en burbujas (Miguel Harte); utilizan la escritura autorreferencial (Guillermo Iuso o Fabio Kacero) y la música, el cine y la historieta para expresar su sensibilidad, como en las piezas de Liliana Porter pobladas de muñequitos y baratijas de uso cotidiano. 

Punto obligado para visitar, incluso para los extranjeros que desean conocer el panorama local de las artes visuales, el espacio de exhibición sufre constantes transformaciones, de acuerdo a las necesidades de los artistas, que tiran abajo paredes con la misma facilidad que las levantan. Así, Miguel Ángel Ríos armó en el espacio expositivo un microcine con doble o triple pantalla para exhibir sus videos; Pablo Siquier construyó gigantescos relieves blancos que, de algún modo, continuaron sus pinturas de tramas de la ciudad; Leandro Erlich la transformó en calle porteña y en misterioso ascensor; Leopoldo Estol sembró el suelo y hasta el techo con retazos de su vida, papeles y fotos, objetos usados; Luciana Lamothe construyó una filosa herramienta que literalmente destruyó las paredes de del sitio de exhibición, ¿buscaba una salida existencial o un manifiesto del arte actual? 

Mora Bacal y Orly Benzacar
La escena del arte constituye un circuito pequeño y “la particularidad de ese ambiente es que estoy lidiando con gente especial. Entre el artista y el coleccionista estoy yo”, subraya Orly, que respeta seriamente el hecho creativo de los artistas y se compromete desde la ética comercial con el coleccionista, “brindando un consejo apropiado, proveyendo información que resulte en la coherencia de las colecciones que están armando; a veces debo frenarlos, porque el coleccionista es una persona que tiende entusiasmarse”.


“La seriedad de mi trabajo está sostenida en mi experiencia, la historia de esta galería y en la pasión y honestidad con que lo hago”, concluye la galerista. En un país acostumbrado a las interrupciones es bueno saber que la galería Ruth Benzacar sigue adelante, tiene a Orly Benzacar al frente y, desde hace dos temporadas, junto a ella a su hija formada en París, Mora Bacal.