La imagen que identifica el programa es “Die Toteninsel” (La isla de los muertos), de Arnold Böcklin (1827, Basilea-1901, Fiesole). Victoria Verlichak vio la pintura por primera vez en Berlín, una fría tarde de enero; la cautivó por su aura misteriosa y por su insinuación de infinitud. Representa a una figura envuelta en blanco, de pie junto a un féretro en un bote a remo, que se aproxima por tranquilas y oscuras aguas a una islita rocosa presidida por altos cipreses y extraordinarios cielos vespertinos. Alumbrada por una luz sobrenatural, la serena naturaleza forma parte de un panorama que, sin embargo, sugiere la turbulencia de un duelo íntimo. Plena de recogimiento y dolor, la pintura es un indicio de la desaparición de un ser querido, cuya identidad el espectador desconoce, que merece el acompañamiento final prodigado, quizá, por una viuda en duelo. Poderosa y melancólica, la imagen refleja respeto y resignación, antes que resistencia, por el triunfo inevitable de la muerte.