León Ferrari - Un largo camino
Por Victoria Verlichak(Desde Buenos Aires)
Artista autodidacta e ingeniero de formación, Ferrari utiliza la provocación intelectual, la apelación a la reflexión política, cultural, social y los juegos visuales con productos de consumo en sus collages, tintas, esculturas, heliografías, “brailles”, objetos e instalaciones, que participan de la ampliación del concepto de arte. Tras investigar textos sagrados y la iconografía de los maestros del arte europeo, el artista exhibe un pensamiento agudo e irónico sobre el autoritarismo y la crueldad de “la civilización occidental y cristiana”; confronta a las instituciones religiosas y militares que tratan de monopolizar “la verdad revelada”.
Ferrari trabaja en dos vertientes: una preponderantemente estética, que discurre acerca del espacio y la forma -abstracciones y piezas que poseen una entrañable y sensible relación con la música-, y otra que tiene principalmente una dimensión ética comprometida con su tiempo y de alto valor simbólico, porque, como sostiene el artista, “con todo se puede hacer arte, inclusive con la política”.
El reconocimiento
Aun cuando comienza a trabajar y exhibir a mediados de los años 50, y realiza un trabajo relevante en Buenos Aires durante los 60, su obra comienza a crecer en la consideración de muchos hace menos de 10 años, a partir de su inclusión en la colectiva “Heterotopías: medio siglo sin lugar, 1918-1968” (2000), en el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, y tras su individual en la Universidad de Essex (2002), Gran Bretaña.El revuelo que suscita el intento de censura a su retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta (2004) le trae gran reconocimiento popular y del coleccionismo. Pero en Brasil, donde se exilia y vive en San Pablo entre 1976 y 1991, es tempranamente apreciado. Ahí, a partir de 1979, Ferrari diseña en heliografías ciudades imposibles, que exploran enigmas y metáforas acerca del poder y la alienación.
Actualmente, su obra se programa para los encuentros artísticos más notables en los lugares más diversos. Su individual en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, curada por Luis Enrique Pérez-Orama, es en 2009.
Algunas obras
Hace apenas dos años descubrió el poliuretano, encantado con la textura y los vivos colores que resultan al trabajar con esa espuma plástica porosa que se expande y hace crecer sus esculturas de formas impensadas y apariencia orgánica -hongos nucleares, ciudades, personajes-, a las que adosa multiplicidad de objetos: lauchas y gatos, pájaros y palmeras, instrumentos musicales, ojos. Otros poliuretanos parecen señalar el escándalo de la pobreza y se componen de esqueletos desarticulados, de huesos de poliuretano y alambres, colocados a la manera de las abstracciones que se exhiben en edificios de corporaciones.Fascinado también con las posibilidades de la pintura relieve “Acrilex”, la aplica con espátula para crear texturas o la usa para transcribir sobre vidrios y telas descripciones de los “infiernos” según los santos, repetir su carta al Papa, en donde solicita la abolición del infierno.
La utilización del alambre y de la escritura viene de larga data. En 1959 inicia sus esculturas en metal, al tiempo que comienza con “dibujos aéreos” con cables de acero o de bronce, también en cajas en donde incluye otro tipo de elementos, dando paso a los más recientes “artefactos para dibujar sonidos”, que crean hechos musicales, visuales y táctiles.
Su temprana elección por la escritura, en 1962, le permite una exquisita experimentación. Realiza dibujos escritos ordenados en renglones, remedando la escritura tradicional. Sobre papel y tela o soportes inusuales –en Braille sobre dibujos eróticos, fotos o pinturas religiosas de los maestros, vidrios superpuestos–, las movedizas letras y palabras evocan la memoria, se ocupan de la poesía, critican al militarismo y al cristianismo. Las siluetas femeninas son también el campo donde dibuja poemas de Borges o de Breton y textos del Deuteronomio o el Cantar de los Cantares.
Las líneas bailan en la serie de “Los errores” (ahora en galería Cecilia de Torres, Nueva York); obras en tinta china sobre papel y poliestireno flexible blanco (alto impacto). Son vibraciones, abstracciones creadas en los primeros años 90 a partir del dibujo de ondas sinusoidales.
Ferrari también trabaja en instalaciones y collages con imágenes no consagradas de color religioso. Se apropia de obras de Giotto, el Bosco, Dante Alighieri, Boticelli, Fra Angélico, Miguel Angel, Rafael, Tiziano, y de muñecos de escaso valor comercial y utensilios domésticos para utilizarlos en su cuestionamiento a la interpretación y al uso que se hace de la religión para, en su nombre y con la amenaza del infierno, imponer conductas sociales e individuales.
En este sentido se pueden leer sus ilustraciones de los fascículos del Nunca más (Página/12, 1996), donde utiliza el collage -material de prensa, fotos e imágenes de la pintura universal- para denunciar a la última dictadura (1976-1983) y profundizar en la perversidad y el abismo que significa el terrorismo de Estado en la vida de todos, y las piezas correspondientes a la serie “L´Osservattore Romano”. Ferrari sigue pensando, como hace 60 años, que “nuestra tan admirada cultura cimentó patrañas” y es “la madre de la violencia” que se vive.