viernes, 7 de noviembre de 2014

León Ferrari: Un largo camino

El sábado pasado, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, dependiente del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad se inauguró la exposición “La donación León Ferrari”. Se trata de un conjunto de 72 dibujos que la familia del artista argentino. “La donación León Ferrari” exhibirá la donación junto a otros tres conjuntos de obras de su autoría: una selección de piezas del patrimonio del Museo, un pequeño conjunto de dibujos que la Fundación Augusto y León Ferrari presta para esta exhibición, y un importante conjunto de pinturas y esculturas que el Museo recibe en comodato (préstamo prolongado) por cinco años. Cuando murió en 2013, V Verlichak sostuvo que Ferrari: "Fue un hombre muy generoso, pero su gran ejemplo es que nunca usó la historia de su hijo desaparecido para escalar posiciones o para manipular la situación de los derechos humanos. (…) Atravesó muchos desiertos y llegó a la cima del reconocimiento luego de muchos años de lucha solitaria. En Brasil, donde vivió exiliado, fue muy apreciado, pero cuando llegó a la Argentina las nuevas generaciones no lo conocían. Pasó mucho tiempo hasta lograr el reconocimiento que tiene hoy". A continuación un perfil de Ferrari por V Verlichak.

León Ferrari - Un largo camino

Por Victoria Verlichak
(Desde Buenos Aires)


Apenas un mes después de haber cumplido 87 años, en octubre de 2007, la 52ª Bienal de Venecia premió al argentino León Ferrari con el “León de Oro” a un artista presente en la Muestra Internacional “Pensar con los sentidos - Sentir con la mente. Arte en tiempo presente”. El jurado de la Bienal distinguió a Ferrari por su “larga carrera y sustancial trayectoria” y “también por una relevancia estética contemporánea que resulta inesperada para una práctica que se extiende por seis décadas”. Entre las obras desplegadas en el Arsenale se incluyó “La civilización occidental y cristiana”, icónica pieza de 1965, además de varias heliografías, esculturas en poliuretanos y collages de las series “Nunca más” y “L‘Osservattore Romano”.




Artista autodidacta e ingeniero de formación, Ferrari utiliza la provocación intelectual, la apelación a la reflexión política, cultural, social y los juegos visuales con productos de consumo en sus collages, tintas, esculturas, heliografías, “brailles”, objetos e instalaciones, que participan de la ampliación del concepto de arte. Tras investigar textos sagrados y la iconografía de los maestros del arte europeo, el artista exhibe un pensamiento agudo e irónico sobre el autoritarismo y la crueldad de “la civilización occidental y cristiana”; confronta a las instituciones religiosas y militares que tratan de monopolizar “la verdad revelada”.

Ferrari trabaja en dos vertientes: una preponderantemente estética, que discurre acerca del espacio y la forma -abstracciones y piezas que poseen una entrañable y sensible relación con la música-, y otra que tiene principalmente una dimensión ética comprometida con su tiempo y de alto valor simbólico, porque, como sostiene el artista, “con todo se puede hacer arte, inclusive con la política”.

El reconocimiento

Aun cuando comienza a trabajar y exhibir a mediados de los años 50, y realiza un trabajo relevante en Buenos Aires durante los 60, su obra comienza a crecer en la consideración de muchos hace menos de 10 años, a partir de su inclusión en la colectiva “Heterotopías: medio siglo sin lugar, 1918-1968” (2000), en el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, y tras su individual en la Universidad de Essex (2002), Gran Bretaña.


El revuelo que suscita el intento de censura a su retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta (2004) le trae gran reconocimiento popular y del coleccionismo. Pero en Brasil, donde se exilia y vive en San Pablo entre 1976 y 1991, es tempranamente apreciado. Ahí, a partir de 1979, Ferrari diseña en heliografías ciudades imposibles, que exploran enigmas y metáforas acerca del poder y la alienación.

Actualmente, su obra se programa para los encuentros artísticos más notables en los lugares más diversos. Su individual en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, curada por Luis Enrique Pérez-Orama, es en 2009.

Algunas obras

Hace apenas dos años descubrió el poliuretano, encantado con la textura y los vivos colores que resultan al trabajar con esa espuma plástica porosa que se expande y hace crecer sus esculturas de formas impensadas y apariencia orgánica -hongos nucleares, ciudades, personajes-, a las que adosa multiplicidad de objetos: lauchas y gatos, pájaros y palmeras, instrumentos musicales, ojos. Otros poliuretanos parecen señalar el escándalo de la pobreza y se componen de esqueletos desarticulados, de huesos de poliuretano y alambres, colocados a la manera de las abstracciones que se exhiben en edificios de corporaciones.

Fascinado también con las posibilidades de la pintura relieve “Acrilex”, la aplica con espátula para crear texturas o la usa para transcribir sobre vidrios y telas descripciones de los “infiernos” según los santos, repetir su carta al Papa, en donde solicita la abolición del infierno.

La utilización del alambre y de la escritura viene de larga data. En 1959 inicia sus esculturas en metal, al tiempo que comienza con “dibujos aéreos” con cables de acero o de bronce, también en cajas en donde incluye otro tipo de elementos, dando paso a los más recientes “artefactos para dibujar sonidos”, que crean hechos musicales, visuales y táctiles.





Su temprana elección por la escritura, en 1962, le permite una exquisita experimentación. Realiza dibujos escritos ordenados en renglones, remedando la escritura tradicional. Sobre papel y tela o soportes inusuales –en Braille sobre dibujos eróticos, fotos o pinturas religiosas de los maestros, vidrios superpuestos–, las movedizas letras y palabras evocan la memoria, se ocupan de la poesía, critican al militarismo y al cristianismo. Las siluetas femeninas son también el campo donde dibuja poemas de Borges o de Breton y textos del Deuteronomio o el Cantar de los Cantares.

Las líneas bailan en la serie de “Los errores” (ahora en galería Cecilia de Torres, Nueva York); obras en tinta china sobre papel y poliestireno flexible blanco (alto impacto). Son vibraciones, abstracciones creadas en los primeros años 90 a partir del dibujo de ondas sinusoidales.

Ferrari también trabaja en instalaciones y collages con imágenes no consagradas de color religioso. Se apropia de obras de Giotto, el Bosco, Dante Alighieri, Boticelli, Fra Angélico, Miguel Angel, Rafael, Tiziano, y de muñecos de escaso valor comercial y utensilios domésticos para utilizarlos en su cuestionamiento a la interpretación y al uso que se hace de la religión para, en su nombre y con la amenaza del infierno, imponer conductas sociales e individuales.

En este sentido se pueden leer sus ilustraciones de los fascículos del Nunca más (Página/12, 1996), donde utiliza el collage -material de prensa, fotos e imágenes de la pintura universal- para denunciar a la última dictadura (1976-1983) y profundizar en la perversidad y el abismo que significa el terrorismo de Estado en la vida de todos, y las piezas correspondientes a la serie “L´Osservattore Romano”. Ferrari sigue pensando, como hace 60 años, que “nuestra tan admirada cultura cimentó patrañas” y es “la madre de la violencia” que se vive.